Un telegrama llegaba fechado el 7 de noviembre de 1978, desde Bolivia, a la casa de la familia Ruschansky con la gran noticia.
Con una marca de 1m 04s225, el ciclista cordobés se había convertido en el hombre más veloz del planeta arriba de una bicicleta.
José Ruschansky pulverizó aquel día el anterior registro de la prueba del kilómetro contrarreloj, que desde 1973 estaba en poder del dinamarqués Niel Fredborg.
El velódromo de Alto Irpavi de La Paz, considerado por entonces como el más alto del mundo, fue testigo de un episodio que vistió de gloria al ciclismo argentino en aquella jornada de los Juegos Odesur.
Córdoba, provincia con enorme tradición ciclística heredada de las hazañas de Pedro Salas, Ambrosio Aimar, Oscar Pezoa, Ricardo Senn, Oswaldo Frossasco o el «adoptivo» Roberto Breppe (entrerriano), presentó así a un nuevo consagrado, por más que su conquista no ocupó grandes titulares en los medios nacionales.
Su bicicleta, fabricada por Carlos Roselli, con caños de acero trefilado marca Reynolds, es uno de los artículos que se exhiben en el Museo Provincial del Deporte en el Polo Deportivo Mario Kempes.